El camino de mi vida es laberíntico, en algunos momentos el sendero se torna sinuoso me invita a sortear obstáculos, por otros se vuelve abismo sombrío, aterrador, macabro y necesito expresar a gritos y con lágrimas la desolación. Con frecuencia el sendero se ensancha y llego a espacios más abiertos, inmensos, y me siento insignificante; allí muchas veces me encuentro con mis vivencias que pretenden agolparse ante mi quietud, me echan atrás unos pasos. Pero viene el viento renovador que vuelve a impulsarme y lo recorro transformada y energizada, entusiasta y receptiva y salen de mí palabras dulces, florales, permisivas. Hasta que ese sendero se vuelve conocido y muy mío, se incorpora, se acompasa con mi vida, porque, después de todo, él permite escribir mi historia.