Recuerdo que me juzgaron por mis ojos celestes
Y que no pasó mucho tiempo para que primara la incoloridad de mi alma
Eché raíces entre las napas dañadas de arsénico y mercurio
Mis brazos crecieron para abarcarlo todo en un abrazo
Lloré y reí con ellos
Crecí
Aprendí que los logros verdaderos se atesoran
Y que la tarea que sirve se siente en las entrañas, bien adentro
Que el amor es motor y se hace materia
Que con los otros todo es viable
Que la tarea a solas es estéril
Y que los jóvenes sí pueden gobernar el mundo
Que somos invisibles si salimos de los márgenes del “Torres”
Que aquí no llegan muchas cosas
Que sobran balas y mentiras
Que falta de todo y con nada siempre podemos
Aprendí a escuchar, a luchar, a acompañar y guiar
Aprendí a no aferrarme
Aprendí a abrazar con todo mi ser
A poner alma y vida
Y conocí un arroyo mutante de brumas rojizas a azulinas
arroyo nutrido de lágrimas
de olvido
de ausencias
Donde, a pesar de todo, crecen arbustos y plantas de zapallo
la flor de la maravilla y el amancay
Un lugar mío y encarnado
sea lo que sea
vaya donde vaya
esté donde esté